
Nos pasamos la vida dejando la vida pasar. Y no es extraño encontrarnos con conversaciones recurrentes una y otra vez, con unos y otros donde lo que más se repite, son quejas. Vivimos instaurados en la queja. Sin que sirva esto como una exculpación a mi propia persona. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Y ya te digo que no seré yo quien se ofrezca voluntaria para el primer lanzamiento.
Nos centramos en lo que no, en vez de enfatizar lo que sí. Pasamos de puntillas por los días, por los meses, por los años. Esa inercia que te mantiene hacia adelante, autómata, aburrida, irrelevante. Nos resignamos. Así es y así debe ser.
¿estamos seguros?
No pocas veces me he visto sumida en crisis existenciales. Quienes me conocen mucho lo saben. Pocas no, bastantes. De hecho las colecciono. Las encadeno.
El año pasado volví a vivir a mi ciudad, después de muchos años viviendo fuera en diferentes lugares. Hay momentos en la vida para todo, y yo que siempre había pensado que no iba a regresar aquí, de repente, por una serie de circunstancias (y sin ser a punta de pistola) había decidido volver.
Seguramente y aunque sin yo saberlo, esto tampoco fue una casualidad.
En cuestión de menos de 3 meses, di un cambio total a mi vida. De vivir en una gran ciudad como es Madrid me volví a La Coruña. Con todo lo que ello implica. Para bien y para mal, que eso siempre es subjetivo, porque en todo y en todas partes hay ventajas e inconvenientes. Si las ventajas estuvieran todas claramente en una cosa, nunca habría elección que hacer.
Sin embargo, nos pasamos la vida eligiendo. Y a veces elegimos bien, pero otras veces no tan bien. Entonces aprendemos algo… o no aprendemos nada y volvemos a hacer malas elecciones.
Otras veces elegimos no elegir y esa es la elección más peligrosa, porque sí tú no no tomas las decisiones en tu vida, otra persona (o la vida misma) lo hace por ti. Y yo no se tú, pero a mí no me gusta que sea otro el director de mi propia película.
Esto que parece tan obvio, a veces se nos olvida un poco y nos dejamos llevar por la inercia.
¿Y qué es la inercia?
Veamos lo que dice la RAE:
inercia
Del lat. inertia ‘indolencia’, ‘inacción’.
1. f. Fís. Propiedad de los cuerpos de mantener su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza.
2. f. Rutina, desidia.
Vamos, que si estás quieto y no haces nada, quieto te quedarás. No avanzarás. Ni siquiera si viene algún elemento natural y te empuja, porque aunque aparentemente toda esa fuerza que arrasa te arrastre muy lejos de donde estabas, en realidad tú no te habrás movido. Te habrán movido, pero tú seguirás igual. Quieto. Estancado. Inmutable.
De la misma manera, cuando consigues romper esa barrera de inercia y consigues ponerte en marcha, esa misma energía que ahora se ha convertido en movimiento, como bien dijo el bueno de Lavoisier, un señor que sabía mucho, padre de la química:
“la energía no se crea ni se destruye, solamente se transforma”.
Esa energía convertida ahora en movimiento hace que tu nueva inercia te lleve a mantener este nuevo estado y que tu resistencia sea entonces a frenarte y parar; a volver a quedarte quieto y estancado.
Si tú cambias, todo cambia. Cuando tú te mueves, el mundo se mueve contigo.
En mi caso sólo hizo falta tomar conciencia de la realidad de mi situación. Al ver que lo que yo había creído durante todo un año desde que me mudé aquí no tenía nada que ver con lo que en verdad estaba sucediendo, decidí que tenía que dejar de quejarme y ponerme en movimiento. Que tenía que cambiar, para poder hacer. Que tenía que hacer, para poder ser.
Y entonces se produjo el efecto dominó:
Dejé de esforzarme por lo que no existía y recuperé la energía; Cambié el foco y casi de forma automática todo lo que sobraba se apartó a un lado dejando en su lugar un espacio maravilloso listo para dar cabida a otras cosas y a muchas personas nuevas. Donde había vacío, se creó un entorno nuevo.
A veces damos por sentado que los que están, son los que son. Lo que ocurre es que sólo con un ligero movimiento, apenas levantando la vista o moviéndote un pasito hacia un lado, descubres que eso no es verdad y que la cosa va exactamente al revés: sólo los que son, están de verdad.