Ruido. Mucho ruido. Todo el tiempo.
Nos atiborramos de información, de noticas, de cursos que compramos y nunca tenemos tiempo para hacer, de libros que queremos leer, de charlas, de podcasts de videos…
Una lista sin final.
¿Te suena?
No te preocupes todos hemos estado ahí en algún momento.
Yo estoy ahí.
Cada vez menos, pero a momentos el ansia-viva me puede.
Las que somos intensas, es lo que tiene.
Esta intensidad y saturación de información también se da con los referentes. Con esas personas que admiramos, seguimos y en las que creemos porque nos resuena su mensaje y porque de algún modo nos reflejan una parte del potencial que hay en nosotros, de lo que aspiramos a ser, de las cualidades que nos motivan.
Sin embargo, llega un momento que hay que tomar cierta distancia para apreciar con perspectiva y para poder descubrir quién somos nosotros y cuál es nuestra opinión. Cómo es nuestra visión. Qué valor queremos aportar…
Y, sobre todo, cuál es nuestra voz.
Ahí está nuestra verdadera esencia, el punto diferenciador, ese je-ne-sais-quoi que te hace único dentro de un mundo en el que ya todo está inventado. Ese es el verdadero trabajo, volver a la esencia…desempolvar la brújula interna, esa que hace tiempo que no miramos y ver hacia dónde marca y, sobre todo, sentir desde donde lo marca.
A partir de ahí, todo es empezar a caminar en esa dirección.
A tu ritmo.
Sin dejarte aturdir por el ruido de fuera.
Escuchando de vez en cuando, pero pulsando el botón de mute el resto del tiempo.
Ese es mi reto para este 2022. Hacer caso a mi brújula interna y reconectar con mi propia voz.
